El G7 (grupo de mayores países industrializados) alcanzó un acuerdo para imponer un impuesto mínimo global del 15% a las grandes multinacionales. El acuerdo, que incluye la intención de que lo recaudado se reparta entre los países en función de dónde se obtuvieron los beneficios, también fue aprobado por el G20. Además, 130 países firmaron un Manifiesto apoyándolo.
La idea de un impuesto global a las grandes multinacionales se presenta como “histórico”, tendente a una mayor “justicia” y necesario para que los gobiernos tengan los recursos necesarios para financiar “servicios públicos esenciales”. Se estima que la recaudación global aumentaría en unos 130.000 millones de euros anuales.
El relato subyacente es pueril: unas multinacionales muy malas y egoístas, trasladan contablemente su actividad a refugios fiscales para pagar menos impuestos; así, quitan a los gobiernos los recursos necesarios para financiar la salud, la educación y otros servicios sociales. Para corregir eso es que hay que hacer un impuesto global mínimo sobre esas multinacionales.
La realidad es muy diferente: los gobiernos depredan a los creadores de riqueza y empleo (desde los autónomos hasta las multinacionales) con impuestos y regulaciones abusivas. En la UE, cerca de la mitad del PIB se destina al pago de impuestos. Ante el abuso, cada uno se defiende como puede (evasión, elusión, pagos y cobros en efectivo, etc.), pero solo las multinacionales, dada su implantación global, pueden acceder en mayor medida a ingenierías y refugios fiscales.
A los gastizos gobiernos de la UE no les alcanza con esa asfixiante presión tributaria, por lo que tienen recurrentes déficits, de momento fácilmente financiados por la temeraria política del BCE de comprar enormes cantidades de deuda pública. Como racionalizar el gasto público no entra en la mente de los políticos (les conviene seguir adhiriendo al errado dogma keynesiano de que el gasto público es bueno), necesitan más dinero. Así nace la idea de perseguir a las multinacionales, lo que perjudica a toda la sociedad.
El impuesto a la renta de las empresas constituye una doble imposición: se aprovecha la ficción de la personería jurídica para gravar dos veces la misma renta. Primero, cuando la genera la empresa; luego, cuando se reparte entre los accionistas. Lo lógico sería ir en el sentido opuesto: abolir globalmente este impuesto.
Este tributo global es patrocinado por los socialistas de todos los partidos, los mismos que dicen preocuparse por la pobreza en el mundo. Cobrar un bajo impuesto a la renta empresarial es una herramienta a la que acuden muchos países pobres (Bulgaria, Paraguay, Bosnia, Uzbekistán, Túnez, Albania, etc.) para captar inversiones. El impuesto global les arrebatará esa posibilidad.
La excusa de la falta de recursos es, en el caso europeo, falsa. Aunque esos 130.000 millones de euros vinieran todos a Europa, que no será el caso, apenas serían el 1,6% de los recursos públicos. En los diez años previos a la pandemia, el gasto público en salud, educación y protección social en la UE creció 27,3% y ya representa dos tercios del gasto total.
Esos 130.000 millones de euros serán pagados, de una u otra manera, por los consumidores. Unas multinacionales sumarán el impuesto al precio de venta. Las que no puedan hacerlo, al ver reducida su rentabilidad, invertirán menos, lo que implica una menor creación de empleo y menores ventas para sus proveedores. Otras ajustarán sus costes, concediendo menores aumentos salariales, recortando su inversión publicitaria o en I+D, entre muchas posibilidades.
Lejos de ser un triunfo para la sociedad, el impuesto global sobre las multinacionales es un caso de neoimperialismo socializante, en el que los políticos de unos pocos países poderosos imponen al resto parte de su agenda “global”. Más impuestos es menos inversión, actividad y empleo. Sin la más mínima duda, la gente de a pie tiene mucho más que ganar con esos 130.000 millones de euros en manos de las empresas, que en manos de los políticos. Sin la más mínima duda, este tributo, de concretarse, contribuirá a una economía menos próspera y hará del mundo un lugar menos libre. @diebarcelo
Publicado el 6/8/2021 en El Español.com