Cada vez que se acerca una nueva reunión del Banco Central Europeo, comienzan las quinielas intentando adivinar la decisión con relación a los tipos de interés. Se escruta cada palabra, no solo de su presidenta Lagarde, sino de cada miembro de su Consejo de Gobierno. A su vez, los mismos directivos del BCE matizan cada palabra, para anticipar, aunque sin cerrarse ninguna opción, sus futuros pasos y evitar sorpresas al mercado (la llamada “forward guidance”).
Es un sistema simplemente ridículo. Tomamos como serio y útil un mecanismo que se ha revelado contraproducente. Tratamos como personas con una capacidad y visión superiores a un grupo que se ha equivocado de forma grosera. Hemos aceptado trasladar un poder inmenso a un grupúsculo de técnicos frente a cuyas decisiones no podemos más que aplicar nuevas dosis de “ajo y agua”. Esto no tiene por qué ser así. Es más: sería deseable que dejara de ser así.
Antes de que los bancos centrales monopolizaran la emisión de dinero, la inflación no era un problema. Pero las erradas ideas keynesianas hicieron que, gradualmente, no solo se monopolizara la emisión de moneda, sino que esa tarea se subordinara al poder político. Obviamente, los políticos tendieron a abusar de ese poder, por lo que, reconociendo su incapacidad para controlarse, inventaron la “independencia” de los bancos centrales.
La intervención monetaria masiva a partir de la pandemia fue la prueba final de que, en general, no existe tal “independencia”. En el caso concreto del BCE, sus compras masivas de títulos públicos violentaron su espíritu fundacional y fueron funcionales a los gobiernos gastizos. La posibilidad de financiar los déficits gratuitamente alentó la deuda y el gasto públicos, y quitó toda presión para hacer reformas. Para peor, esa emisión monetaria incubó la crisis inflacionaria que padecemos.
La política monetaria consiste en distorsionar el tipo de interés, buscando determinados objetivos (en teoría, “combatir” la inflación, aunque solo los bancos centrales pueden generarla). Como esa distorsión provoca nuevas distorsiones, el juego se alimenta a sí mismo, en una cadena de distorsiones que es la raíz de las crisis económicas recurrentes.
El tipo de interés es la expresión económica de la “preferencia temporal”. Esta última es una condición del ser humano, por la cual prefiere consumir antes que después. Para postergar el consumo, exige una compensación. Esa compensación es el tipo de interés. Naturalmente, es algo subjetivo, que cambia según varíen las circunstancias personales. De la interacción de todas las preferencias temporales surge el tipo de interés de mercado.
El banco central tiene la misión empobrecedora de intentar imponer un tipo que, por definición, solo por casualidad coincidirá con el tipo de interés libre. Ahí radica el problema: los ahorradores ahorran según su preferencia temporal, pero los inversores actúan como si el tipo fijado por el banco central fuera el verdadero. Así, el banco central provoca un desacople entre el ahorro y la inversión, que lleva a una mala asignación de recursos, decisiones erradas, quiebras y crisis.
A todos los problemas que crea la distorsión de los tipos de interés, el BCE añade su ineptitud para cumplir su misión fundamental, que es controlar la inflación (inflación que, insisto, solo se desborda porque previamente se desbordó la emisión monetaria). Una simple comparación con los resultados obtenidos por el Banco Nacional Suizo debería sonrojar a la cúpula directiva del BCE e invitarla a dimitir.
En el mismo continente, con la misma guerra y los mismos problemas internacionales, en agosto, en Suiza, la inflación fue 1,6%; en la eurozona 5,3%. La inflación máxima durante esta crisis fue apenas 3,5% en Suiza (agosto 2022), pero llegó a 10,6% en la zona euro (octubre del año pasado). Además, el BCE genera más inestabilidad: desde septiembre ha subido su tipo de interés ocho veces (hasta 4,25%), frente a cuatro en el caso de los helvéticos (hasta 1,75%). Aun así, el tipo del BCE es inferior a la inflación, lo que continúa derritiendo el valor de los ahorros.
Hay varias soluciones posibles. Por ahora, lo importante es saber que este espectáculo que regularmente nos brinda el BCE cuando fija su tipo de interés es empobrecedor y contrario a los intereses de los ciudadanos. Es hora de empezar a exigir un cambio. @diebarcelo
Publicado en Expansión el 13/9/2023