Empecemos por lo obvio: que el mercado de trabajo funcione bien es esencial para la prosperidad de una sociedad. De forma matemática puede verse que el PIB por habitante (una buena medida del bienestar general) depende del número de horas trabajadas por ocupado, de la productividad de esas horas trabajadas, de la proporción de personas que trabajan (la tasa de empleo) y de la proporción de la población en edad de trabajar con relación a la población total.
Mientras que la proporción de la población en edad de trabajar (por convención, aquellos de entre 16 y 64 años) obedece a factores demográficos, los tres primeros elementos dependen del buen funcionamiento del mercado de trabajo. De ahí la relación directa entre mercado de trabajo y bienestar general.
En el primer trimestre del año, cada ocupado, de media, trabajó 418 horas. Son 20 horas menos (-4,7%) que en el mismo período de 2019. La productividad de cada una de esas horas trabajadas, en esos mismos cuatro años, avanzó 1,2%. Al mismo tiempo, la tasa de empleo pasó de 41,9% a 43,6% (una subida de 1,7 puntos porcentuales). La proporción en edad de trabajar es ahora prácticamente la misma que entonces. Como puede constatarse en la web de Eurostat, el resultado de todo eso es que, a lo largo de los últimos 48 meses, el PIB por persona se redujo 1% en términos reales (es decir, ajustado por la inflación).
Es cierto que en el medio hubo una terrible pandemia. Pero lo mismo ocurrió en todo el mundo y, para limitarnos al caso europeo, el PIB por persona creció, en el mismo período, 6,5% en Dinamarca, 4,6% en Suecia, 3,9% en Italia, 3,3% en Bélgica 2,7% en Holanda, 1,8% en Finlandia y 0,6% en Francia, por ejemplo. En Alemania y Austria también cayó (0,9% y 0,7%, respectivamente), pero en Irlanda creció 26,4% y en Polonia 14,4%. El resultado español es el peor de la UE.
Desde esta perspectiva, los sucesivos máximos históricos en la afiliación a la Seguridad Social pierden toda relevancia. Incluso, podría decirse que son récords que deberían disimularse: pese a que ahora hay casi 1,4 millones de puestos de trabajo más que hace cuatro años, de media, somos una sociedad más pobre.
Podría darse el caso de que una sociedad decidiera empobrecerse a cambio, por ejemplo, de tener más tiempo libre. No es el caso español: el número de quienes trabajan a tiempo parcial se redujo en 100.000 personas en estos cuatro años, bajando desde el 14,9% hasta el 13,7% del total de ocupados. El número de pluriempleados creció en 85.800 personas.
¿Cómo es posible que, si hay menos gente trabajando a tiempo parcial y más pluriempleados, se haya reducido el número medio de horas trabajadas? Por el absentismo (ausencia del puesto de trabajo por enfermedad común, accidente no laboral, licencias, permisos y otras causas), que en 2022 fue mayor, incluso, que en el peor año de la pandemia. Datos del Adecco Institute muestran que, en 2019, se perdieron por absentismo 90 horas anuales por asalariado (5,5% de la jornada pactada). En 2022, esa pérdida llegó a 113 horas (6,8%). Datos que, multiplicados por el número de asalariados, permiten ver que en 2019 dejaron de trabajarse algo menos de 1.500 millones de horas; en 2022, la pérdida fue de casi 1.900 millones de horas. Multiplíquese por los € 22/hora que es el coste laboral total y se tendrá una idea del gigantesco quebranto que el absentismo supone para la economía y las empresas.
El otro problema es el de una reforma laboral mal orientada, que priorizó la reducción de la temporalidad cuando el problema laboral más grave es el alto desempleo. Mientras España tiene la mayor tasa de paro de Europa, el gobierno restringió la forma más flexible de contratar personal y, de paso, ocultó una parte de los parados mezclándolos con los llamados “demandantes ocupados”. En sus términos, tuvo éxito: el paro registrado es el menor desde 2008 y hay unos 2 millones de asalariados fijos más de los que hubiera habido sin reforma (aunque más de la mitad de los mismos sean fijos discontinuos o de tiempo parcial).
Para los demás, no puede hablarse de éxito: hay 3,5 millones de parados reales (2,7 millones de parados registrados más los fijos discontinuos inactivos y otros colectivos), que es lo mismo que había cuatro años atrás. Tampoco puede hablarse de éxito mientras la tasa de paro no baje, al menos, hasta la media europea (ahora es el doble: 13% y 6%, respectivamente; es curioso como los estatistas de todos los partidos siempre tienen en mente la media europea en lo referido a la presión tributaria, pero no la mencionan cuando se habla de tasa de paro).
La buena marcha de la creación de empleo sugiere que este es precisamente un buen momento para acometer una reforma en serio del mercado de trabajo. Para aumentar la productividad, consolidar los empleos creados, bajar el paro y aumentar el bienestar general. No hace falta ni pensarla: con copiar la ley laboral de Dinamarca, Suecia, Finlandia o casi cualquier otro país de la UE, el avance sería extraordinario. Ojalá el nuevo gobierno lo entienda y se atreva. @diebarcelo
Publicado en Expansión el 12/6/2023.