Asesoramiento económico

El BCE, un arma de distorsión masiva

“Si actuáramos con demasiada precipitación (subiendo los tipos de interés), la recuperación de nuestras economías podría ser considerablemente más débil y se pondría en peligro el empleo”. La frase es de Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, en una reciente entrevista a un medio alemán. Aunque a muchos les pueda parecer sensata, dice algo preocupante: el BCE ha ido más allá de su responsabilidad básica, que es velar por la estabilidad de precios y no por el pleno empleo.

El economista holandés Jan Tinbergen, premio Nobel en 1969, estableció el principio de que se debe contar con una herramienta para cada objetivo de política económica que se quiera alcanzar. Sobre esa base, gradualmente, se construyó el consenso de que, para controlar la inflación, la herramienta adecuada eran los tipos de interés (al subir los tipos de interés se deprime la demanda de crédito, lo que a su vez debilita la inversión y el consumo, cosa que acaba por quitar presión a los precios; el mecanismo también funciona en sentido inverso). Para que la lucha contra la inflación fuera más efectiva, los países fueron haciendo de los bancos centrales entidades independientes del poder político.

Dar a un banco central independiente la misión de controlar la inflación, nos deja con un riesgo importante: ¿cómo saber cual es el nivel “correcto” de los tipos de interés? Siempre existe el riesgo, y en efecto ocurre, de que el banco central vaya más allá de lo necesario o se quede corto. En la práctica, el problema es aún más difícil. Por un lado, un banco central solo fija el tipo de interés de corto plazo; sobre todos los demás solo puede influir, bien mediante la gestión de expectativas, bien mediante operaciones en el mercado de bonos. Por otro, el efecto de mover el tipo de interés se siente varios meses después, lapso durante el cual pueden ocurrir cosas que cambien el contexto y requieran una decisión en sentido inverso.

La verdad es que se trata de una auténtica misión imposible. No existe un único tipo de interés “correcto” y, además, la economía es dinámica, por lo que los tipos de interés también deben serlo (de hecho, los tipos de interés de mercado se ajustan continuamente).

Ante esa situación de una dificultad insoluble, Christine Lagarde le añade una complicación más: pretende con sus decisiones estimular el empleo. No solo va más allá de su mandato, sino que las probabilidades de equivocarse se multiplican al cometer el error de querer alcanzar dos objetivos con un mismo instrumento. Es lo que está pasando ahora: una inflación inaceptablemente alta, provocada por el propio activismo monetario del BCE, no es combatida frontalmente por la contradicción entre ambas metas.

La situación creada por el BCE es todavía peor. Al preocuparse no solo de la inflación, sino también del empleo, permite que los políticos se desentiendan de ambos problemas. España es el mejor ejemplo: el gobierno sube impuestos y el salario mínimo, al mismo tiempo que hace menos flexible la legislación laboral, todo lo cual va en contra de la creación de empleo. Sin embargo, se siente tranquilo porque sabe que el BCE seguirá allí, reprimiendo los tipos de interés para que la economía continúe su recuperación pese a la falta de reformas.

La salida de este atolladero es simple. Empieza por admitir que el consenso actual está equivocado: los bancos centrales no tienen ningún poder sobrenatural para determinar los tipos de interés, que deberían ser libremente fijados en el mercado. La misión del BCE tendría que redefinirse: velar por la solvencia de los bancos comerciales y definir una regla de emisión monetaria previsible, que evite la discrecionalidad contraproducente que sobrellevamos ahora.

Discrecionalidad que se ha convertido en un arma de distorsión masiva de la economía: precios de activos financieros inflados, ahorradores castigados, proyectos de inversión antieconómicos que se llevan adelante por un coste financiero artificialmente bajo, alta inflación y deuda pública que crece porque financiarla es casi gratis. Distorsiones que, paradójicamente, ponen en riesgo los empleos que se crean a su calor.

El BCE se ha metido en un juego que no tiene sentido, en el que no puede ganar y nosotros, los ciudadanos europeos, tenemos todas las de perder. @diebarcelo

 

Publicado en Expansión el 12/2/2022