Hace mucho se sabe que el sistema de pensiones es (y será cada vez más) insostenible. Como el tema se parece más a un glaciar que a un alud (se mueve lento, pero de manera inexorable), los políticos solo toman las mínimas medidas posibles cuando no queda más alternativa. Así, el problema de fondo no se resuelve y los costes sociales de las medidas son mayores de lo necesario.
Que el sistema es insostenible significa que hay un desequilibrio estructural entre ingresos y gastos. ZP hizo en 2011 una reforma que consistió, en esencia, en subir la edad de jubilación (de 65 a 67 años) y alargar el período de cómputo de 15 a 25 años, en ambos casos gradualmente. También congeló las pensiones. Como fueron medidas a sabiendas insuficientes, dos años después Rajoy tuvo que hacer otra reforma: cambió la fórmula de actualización anual y creó el factor de sostenibilidad (FS).
En lugar de actualizar las pensiones por el IPC, Rajoy aprobó una fórmula que tenía en cuenta el déficit del sistema. Garantizaba un aumento mínimo del 0,25% y se podía llegar a una subida equivalente a la inflación + 0,5%. En tanto, el FS consideraba el impacto del alargamiento de la esperanza de vida. Con unos mismos años de aportaciones, una generación que viviera 15 años tras la jubilación, cobraría lo mismo que otra que viviría 20 años. El FS corregía eso ajustando (recortando) la pensión inicial. Iba a aplicarse desde 2019, pero se postergó.
Ajenos a la crítica situación del sistema, Pedro Sánchez y su ministro Escrivá decidieron volver a actualizar las pensiones con el IPC (que se paga con más deuda pública) y derogaron el FS (¡cuando la deuda pública ya superaba el 100% del PIB!). Como si no hubieran podido saber las consecuencias de esas decisiones temerarias, ahora buscan cómo reequilibrar el sistema. Como este gobierno aplica a todos los problemas una misma solución (subir los impuestos), se pretende subir las cotizaciones en 0,6 puntos porcentuales (aunque España tiene una de las más altas de la UE), seguir aumentando la cuota de autónomos y elevar la base máxima de cotización (“destope”). Además, se alargaría el período de cálculo a 35 años, y se promete crear un nuevo FS (“factor de equidad intergeneracional”) y un fondo público de pensiones (para obligar a la gente a ahorrar en el estado lo que no le dejan ahorrar en planes de pensiones privados).
Todas medidas que apenas compensarían las demagógicas decisiones de este mismo gobierno. Tal como hace con el conjunto de la economía (fiarlo todo a la llegada de los fondos europeos), Sánchez se la juega a que “algo” arregle el asunto de las pensiones (como un aumento súbito de la productividad, aunque la misma cae desde que él está en el poder).
Por razones demográficas de sobra conocidas y la legislación laboral socialista que impide llegar al pleno empleo (del que gozan, por ejemplo, Alemania, Holanda y Polonia), el sistema de pensiones es inviable. Fue pensado para otra realidad. La magnitud del agujero es tal, que no hay aumento de impuestos que pueda taparlo (solo intentarlo haría colapsar la economía, aunque algún “cráneo” diga que sí se puede, ya que el Excel lo aguanta todo). Por eso será inevitable una progresiva reducción del valor medio de las pensiones, que es a lo que han apuntado todas las reformas.
La única solución es cambiar el sistema: como Suecia e Italia, crear en la Seguridad Social cuentas individuales, donde cada uno acumule sus aportaciones (e intereses). Cada uno se podría jubilar cuando quisiera (cuando su fondo acumulado le permita comprar una renta vitalicia que juzgue suficiente), unas generaciones dejarían de depender de otras y se quitaría poder a los políticos para dárselo a los actuarios. A medida que el número de pensionistas del sistema de reparto caiga, las cuentas individuales podrían tenerse también en aseguradoras privadas. Los ahorros individuales podrían complementarse con una prestación estatal única e igual para todos (por ejemplo, equivalente al 18% del salario medio -unos € 300/mes-).
Toda solución que no se base en ahorro real es dejar las pensiones pendientes de variables ajenas al control individual (empleo, salarios, demografía, etc.). O peor aún, de políticos. @diebarcelo
Publicado en Expansión el 16 de noviembre de 2021.