Ya se toma como un hecho rutinario que cada nueva publicación de la Encuesta de Población Activa (EPA) muestre un aumento del empleo y una caída del paro. En parte eso es comprensible. El hombre es un “animal de acostumbramiento”. Como ya van más de dos años con esa dinámica positiva, se empieza a ver como “normal”. La verdad es que no lo es. Sería un error grave pensar que esa dinámica está garantizada.
El número total de ocupados ha tenido un incremento interanual en cada uno de los últimos diez trimestres. No se registraba una serie semejante desde 2008. Desde hace ocho trimestres crece al mismo tiempo la cantidad de ocupados jóvenes y adultos, de ambos sexos. Eso no ocurría desde hace catorce años.
Ahora hay más de 18,5 millones de personas con empleo, el mayor dato en cinco años. Aunque más de la mitad de los empleos está ocupada por varones, el empleo femenino se recupera más velozmente: las 8,4 millones de mujeres ocupadas son el dato más alto desde 2008.
Cuando se analizan los datos por sectores, se encuentra que hay 14,1 millones de personas trabajando en los Servicios. Es el máximo histórico. Es decir que dicho sector no solo recuperó los 1,2 millones de empleos que había perdido en la crisis, sino que tuvo un crecimiento adicional. El impulso viene por el sector privado: en los Servicios privados trabajan 11,1 millones de personas, dato que también marca un máximo histórico.
Esa creación de empleo es lo que permite que el paro acumule doce trimestres consecutivos de descensos. En marzo de 2013 había 6,3 millones de parados. Ahora hay 4,3 millones. Aunque es una cifra todavía enorme, el progreso ha sido notable. Pero es precisamente la gran cantidad de parados que aún hay lo que debería hacernos tener presente cómo surgen los nuevos puestos de trabajo.
El empleo solo puede aumentar si se crean nuevas empresas y/o si crecen las que ya existen. A su vez, eso solo puede ocurrir si los empresarios ven oportunidades de inversión rentable. Si quienes quieren invertir no pueden hacerlo en España, pueden llevar sus proyectos y su dinero al lugar del mundo en que encuentren oportunidades. Por lo tanto, toda subida de impuestos y toda nueva traba o regulación innecesaria perjudica, en primer lugar, a los parados. Del mismo modo, toda apertura de nuevas oportunidades (como serían la liberalización total de los horarios comerciales y de la apertura de farmacias, la desregulación de servicios profesionales, la autorización a explotar el gas que hay en España mediante el “fracking”, la privatización de empresas en manos del sector público -nacional y autonómico-, etc.) iría en beneficio de los parados antes que de cualquier otro grupo.
Detrás de cada nuevo empleo hay un empresario que ha decidido arriesgar su dinero. Nadie arriesga su dinero porque sí. Por eso sería una torpeza dar por garantizada la tendencia actual de creación de empleo y reducción del paro. Lo único que podemos dar por seguro es que los socialistas de todos los partidos seguirán creyendo que la riqueza simplemente “existe” (no hace falta crearla) y que solo es cuestión de “distribuirla”. Todos los demás deberíamos insistir en la defensa de la libertad para invertir, trabajar y contratar, única forma conocida para crear riqueza y permitir que mejore la situación de las personas menos favorecidas económicamente de forma sostenible.