Asesoramiento económico

Libertad ‘socialdemócrata’ y libertad ‘liberal’

No hay partido político que no incluya a la democracia como uno de sus valores fundamentales. Esa unanimidad, sin embargo, es posible porque no todos se refieren a lo mismo. Según quien hable, se puede hacer referencia a la democracia «representativa» o «parlamentaria», a la democracia «plebiscitaria» o “asamblearia”, incluso a la democracia “popular” y en casos extremos a la democracia “revolucionaria”. La palabra «democracia» está tan manoseada que se la aplica tanto a un régimen como el de Corea del Norte como al sistema parlamentario británico.

Con la libertad ocurre algo similar. Todos dicen defenderla y valorarla, pero también aquí la unanimidad esconde un abanico de distintas libertades. Entre las diferentes realidades prácticas de la libertad, en España tenemos una que podríamos llamar «socialdemócrata». Es un tipo de libertad que reconoce amplios derechos civiles, políticos y sociales. Por ejemplo, no existen restricciones para entrar, salir o transitar por el territorio español, ni tampoco hay trabas para expresar ideas, ejercer cultos, promover reuniones o asociaciones y participar en partidos políticos o sindicatos.

No obstante, nuestra libertad «socialdemócrata» incluye muchas restricciones en el ámbito económico. Por caso, empleadores y empleados no pueden acordar libremente sus relaciones laborales, no existe plena libertad de horarios para que los comercios abran según deseen sus propietarios y el ejercicio de varias profesiones está limitado por diversos requisitos incluso para quienes cuenten con los estudios necesarios.

Hay que añadir las miles de regulaciones que aunque no impiden, sí dificultan y encarecen de modo innecesario el ejercicio de las más diversas actividades, desde la banca y la electricidad (ejemplo de sectores híper-regulados) hasta un humilde bar. No puede olvidarse que casi el 40% de la renta generada anualmente es apropiada por el sector público mediante impuestos.

La libertad «liberal» es un tipo de libertad más completo, que complementa unas amplias libertades civiles, políticas y sociales con una profunda libertad económica. La libertad «liberal» no admite ser compartimentada, sino que es una totalidad. Además de su diferente alcance, las libertades «liberal» y «socialdemócrata» tienen una diferencia fundamental. Mientras la primera, una vez puesta en práctica, tiende a ampliarse, nuestra libertad «socialdemócrata» tiende a ser cada vez más restrictiva. Los ejemplos sobran. En lugar de dejar elegir al consumidor, hay autonomías que prohíben las gasolineras sin personal.

Cada avance tecnológico que puede suponer una nueva alternativa para los consumidores (Booking, Uber, Airbnb, etc.) es combatido, prohibido o amenazado con nuevas tasas. En Barcelona, donde ya se impedía la apertura de nuevos apartamentos turísticos, ahora se suspende el establecimiento de nuevos hoteles. Ni siquiera los restaurantes pueden ya elegir qué tipo de aceiteras ofrecen a sus clientes.

Hasta la Revolución Industrial, lo normal era el estancamiento y no la prosperidad. ¿Qué cambió entonces? Que primero en Inglaterra y luego en Estados Unidos, el establecimiento de instituciones políticas modernas (Estado de Derecho) resultó el marco óptimo para el desarrollo de la libertad económica. La combinación de Estado de Derecho y libertad económica (es decir, la libertad «liberal») fue lo que llevó a los países anglosajones a la vanguardia.

El grado de desarrollo económico alcanzado por cada país es proporcional al grado de libertad económica que se ha brindado a sus ciudadanos. Por eso, países vecinos, culturalmente similares, alcanzan un desarrollo dispar. Un ejemplo es el de Corea del Sur (29º en el Índice de Libertad Económica) y Corea del Norte (178º). Otros son los de Chile (7º) y Argentina (169º), y Colombia (28º) y Venezuela (176º). Hay muchos más.

Conviene tener presente la relación causal que hay entre la libertad «liberal» (Estado de Derecho + libertad económica) y el desarrollo económico. No solo porque aquélla es una meta que España está lejos de conseguir (somos el 49º país del mundo en Libertad Económica y el 15º en la UE). Dicha relación nos anticipa que todas las propuestas que se hacen para restringir más nuestra libertad económica, de concretarse, las pagaremos con un menor desarrollo del que podríamos disfrutar.

 

Publicado por Diego Barceló Larran en Libre Mercado el 25-07-2015