Seguramente el lector habrá oído decir más de una vez que para reactivar la economía hace falta estimular el consumo. En efecto, el consumo puede ayudar al crecimiento económico siempre y cuando antes haya una producción que consumir. Lo diré de una forma sencilla. Si nos dan dos caballos y una carreta avanzaremos, …siempre que pongamos los caballos delante de la carreta. Si pusiéramos la carreta por delante de los caballos no iríamos a ningún sitio. Con la producción y el consumo pasa algo similar: el consumo ayuda a crecer si antes se han producido mercancías listas para ser consumidas.
Cuando en la Universidad uno toma un curso de macroeconomía, lo primero que hace el profesor es escribir en la pizarra la “identidad macroeconómica fundamental”. La misma nos dice que, “por narices” tiene que cumplirse la siguiente igualdad:
PIB = Consumo + Inversión + Exportaciones – Importaciones
En España, en números gruesos (datos anuales de 2013), el Consumo equivale al 79% del PIB y la Inversión al 18%, mientras que el restante 3% es la diferencia favorable entre las Exportaciones (de mercancías y servicios, que alcanzan al 34% del PIB) y las Importaciones.
De la interpretación superficial de esa “identidad” surge la idea aparentemente obvia de que el estímulo al Consumo es la vía para el crecimiento y la prosperidad. Sin embargo, lo que en realidad nos dice la misma es que la producción (PIB) puede tener tres destinos: el consumo, la inversión o la venta al exterior. Las importaciones permiten consumir (o invertir) bienes no producidos localmente, e incluso hacerlo por encima de nuestras posibilidades (es decir, más allá de lo que hayamos producido).
El hecho es que si se estimula el Consumo y no la producción, puede ocurrir que aquel crezca y que al mismo tiempo lo hagan las Importaciones, quedando el PIB igual que como estaba. Un ejemplo sería un estímulo al Consumo que derivara en un aumento de compras de productos tecnológicos importados. A pesar de los beneficios que obtendrían los comerciantes que vendieran esos productos a los consumidores, el PIB de España no crecería, porque el aumento del Consumo sería compensado por el incremento de las Importaciones. Sí, en cambio, habría crecido el PIB de los países que nos exportaran esas mercancías.
En todo caso, si lo que se busca es poner en marcha una economía estancada, es mucho más efectivo estimular la Inversión. Mientras que con el Consumo el estímulo inicial se diluye en el corto plazo, incentivar la Inversión en maquinaria, por ejemplo, permite aumentar la producción durante varios años.
Si, en términos teóricos, el aliento al Consumo es cuestionable, lo es más aún en el caso español. La economía española está muy endeudada. La suma de las deudas pública y privada ronda el 300% del PIB. De la misma manera que una familia o una empresa, una economía muy endeudada necesita ahorrar. En macroeconomía, aumentar el ahorro significa que el PIB crezca más que el Consumo. O, de otra manera, que las Exportaciones y la Inversión se expandan más deprisa que el Consumo.
Así, lo aconsejable para acelerar el crecimiento es estimular la producción mediante incentivos a la Inversión. En lugar de subsidios (que siempre conllevan un grado de discrecionalidad), es mucho más sostenible y efectivo crear las condiciones para que la inversión resulte atractiva (rentable), tanto para emprendedores locales como del exterior. Por ejemplo, bajar impuestos, eliminar controles y regulaciones innecesarias, fomentar la competencia, controlar el déficit fiscal, etc. Cuando la inversión se pone en marcha genera puestos de trabajo, con cuyos salarios también aumentará el Consumo, aunque de forma genuina y sin necesidad de estímulos artificiales.
En adelante, cuando el lector escuche a algún político proponer el estímulo del Consumo como si de una panacea se tratara, hágale dos preguntas: 1) ¿el estímulo absorberá producción local o importada?; 2) ¿cómo piensa hacer para que el estímulo al Consumo sea autosostenido? Si no recibe respuestas adecuadas, tal vez estén intentando venderle una “mercancía caducada”.
Publicado por Diego Barceló Larran el 17-12-2014 en Cataluña Económica.