Si hace algo más de un año éramos pocos los que pronosticábamos que en 2014 la economía española crecería cerca de 1%, ahora “somos legión”. Más allá del consenso alcanzado entre los economistas, hay mucha gente que desconfía de la recuperación. Es el caso del ciudadano común, pero también de pequeños empresarios, profesionales y, en particular, de los parados.
La desconfianza tiene un origen claro: todos recordamos cuando la entonces ministra Salgado, en mayo de 2009, dijo que en pocas semanas se verían “brotes verdes”. La verdad es durante 2010 se insinuó una recuperación que luego no se concretó.
En 2010 los indicadores de confianza mejoraron de modo significativo, la producción industrial creció 0,9% (la fabricación de turismos lo hizo 5,6%) y el déficit externo ya se había reducido a la mitad (desde 10% del PIB en 2008 hasta 4,5% en 2010). La tasa de paro “apenas” rondaba el 20%, la calificación de riesgo de Standard & Poor’s era AA (ahora es BBB-, seis escalones menos) y la prima de riesgo recién al final del año subió hasta 200 puntos básicos (menos que los actuales 240 p.b.).
A pesar de eso, tras caer 3,8% en 2009, el PIB cayó 0,2% en 2010 y apenas se recuperó 0,1% en 2011. En pocas palabras, los “brotes verdes” no fueron tales y esa es la experiencia que ahora genera desconfianza. Si entonces la recuperación fracasó, ¿por qué creer que ahora se consolidará?
La primera diferencia hay que buscarla en la política económica. Si en aquel entonces los “brotes verdes” fueron el resultado de la estrategia equivocada e imposible de recuperar la economía en base al gasto y el déficit públicos, ahora se hace lo opuesto, como medio para recuperar la confianza y, a partir de ella, la inversión, el consumo y el empleo. En 2009, el déficit público alcanzó al 11,2% del PIB, el máximo histórico en tiempos de paz, mientras que en 2013 nos encaminamos al cumplimiento de los objetivos de déficit por segundo año consecutivo.
La situación de las finanzas públicas está detrás de la segunda gran diferencia, que es el movimiento de capitales. En 2009 hubo una salida neta de 30.000 millones de euros, a la que siguió un ingreso de solo 10.000 millones de euros el año siguiente. En los últimos doce meses, en cambio, el ingreso neto de capitales a la economía española fue de más de 50.000 millones de euros. Eso permite comprender la recuperación de los depósitos bancarios de los hogares y de las empresas no financieras.
El sistema bancario es la tercera gran diferencia entre la fallida recuperación de 2010 y la actual. El mismo se ha consolidado (han desaparecido unas 40 entidades) y capitalizado, habiendo superado un riguroso examen de sus balances en un ejercicio hasta ahora inédito.
Tampoco puede dejar de mencionarse la reforma laboral. En 2010 los costes laborales seguían creciendo. En la actualidad, gracias a la moderación salarial y las ganancias de productividad, los costes laborales unitarios reales son 12% inferiores a los de hace tres años. La mejora de la competitividad justifica el buen comportamiento de las exportaciones, tal como analizamos en un artículo anterior.
No menos importante es el hecho de que la deuda privada, que continuó aumentando hasta mediados de 2010, desde entonces se redujo en unos 282.000 millones de euros.
Es verdad que ahora hay cerca de 2 millones menos de ocupados, lo que reduce la demanda de las familias en unos 2.000 millones de euros cada mes. También es más elevada la presión impositiva. Además, desde 2010 han desaparecido cerca de 100.000 empresas y autónomos de los registros de la Seguridad Social.
Estos factores adversos, unidos a la necesidad de seguir recortando el déficit fiscal y la deuda privada, harán que se trate de una recuperación frágil y lenta. Crecer 1% es apenas una tercera parte del crecimiento anual medio de los 30 años anteriores a la crisis. Aún así, 2014 podría ser el año de mayor crecimiento de los últimos seis.
Publicado por Diego Barceló Larran en Cataluña Económica, el 25/11/2013