En octubre de 2012, el Índice de Precios al Consumo Armonizado (IPCA) aumentó 3,5% interanual. Desde entonces, esa variación comenzó a descender hasta ubicarse en octubre último en 0%. Aunque en noviembre la variación creció hasta 0,3%, resurgieron voces alertando del riesgo de “deflación”. Lo mismo ocurrió en 2009, cuando el IPCA exhibió, durante algunos meses, variaciones negativas.
La “deflación” es una caída generalizada de los precios que se realimenta a sí misma. Conlleva graves problemas, entre otras cosas porque la demanda se retrae (pues espera nuevas caídas de precios) y porque el valor real de las deudas crece (lo que alienta la morosidad y las quiebras).
No hay motivos para tomar el riesgo de deflación como una amenaza seria. Nuestro escenario central para los próximos dos años es de una marcada estabilidad de precios.
Los precios en el corto plazo
En el corto plazo, los precios se mueven según la oferta y la demanda. En España hay una amplia capacidad ociosa, como muestran la alta tasa de desempleo (26% en el tercer trimestre) y la baja utilización de la capacidad instalada en la industria (73,4% en el tercer trimestre). Esa capacidad ociosa supone una fuerza descendente sobre los precios (la demanda no presiona a la oferta).
Al mismo tiempo hay precios volátiles, cuya oferta y demanda es muy sensible (entre otros, los alimentos frescos y la gasolina), y precios que son total o parcialmente fijados por la administración pública (“administrados”), muchas veces al margen de cuestiones económicas. Finalmente, sobre los precios que paga el consumidor inciden impuestos (IVA y especiales).
Qué dicen los datos
Cuando se compara la variación interanual del IPCA con y sin impuestos de los últimos dos años (gráfico adjunto), es evidente que la evolución de los precios al consumo fue distorsionada por el incremento del IVA en septiembre de 2012. El incremento de 3,5% hubiera sido de 1,4% de no haber aumentado el IVA. Esa diferencia se mantuvo durante doce meses hasta que en septiembre último ambos índices convergieron. La caída de la inflación desde 3,5% a 0,3% fue provocada en su mayor parte por el final del impacto de la subida del IVA. El IPC sin impuestos muestra que la caída de la inflación fue menor, desde 1,4% a 0,2%.
Dando un paso más, analizando la evolución por separado de los precios volátiles, administrados y libres (todos sin impuestos), queda claro que la dinámica de los precios libres viene siendo la misma desde hace dos años: una caída moderada (-1,2% interanual en noviembre), coherente con la capacidad ociosa que tiene la economía. Más que por la caída de los precios libres, que no es nueva, el descenso de la inflación sin impuestos hasta 0,2% se debe al menor aumento de los precios administrados (ahora crecen “solo” 4,8% frente a 17,7% en diciembre de 2012) y de los precios volátiles (que redujeron su aumento interanual desde 8,3% a 3,1%).
No hay un descenso generalizado de los precios, ni menos aún síntomas de que las rebajas se realimenten. En los tres grupos de productos encontramos precios que suben y otros que caen. Esto es especialmente relevante en el caso de los precios libres, pues la caída que tienen como un todo es compatible con subidas en varios de ellos: Transporte aéreo (+6,4%), Bebidas alcohólicas (+1,8%), Aguas minerales, refrescos y zumos (+1,9%), Seguros (+0,8%), Artículos de vestir (+0,8%), etc.
c) Más allá del corto plazo
El riesgo de deflación en la economía española es aún menos significativo en el medio y largo plazo. A medida que la recuperación económica se consolide, la capacidad ociosa disminuirá. Así, la presión descendente sobre el nivel de precios se irá diluyendo. Además, no puede olvidarse que la razón que determina el nivel de precios en el largo plazo es la cantidad de dinero. Como escribió el Nobel Milton Friedman, “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario, en el sentido de que solo puede surgir por un aumento de la cantidad de dinero más veloz que de la producción”. La relación entre la cantidad de dinero y el nivel de precios no es lineal ni automática, ni tampoco actúa igual en distintos contextos. Pero eso no significa que pueda dejar de tenerse en cuenta.
Desde hace cinco años el Banco Central Europeo ejecuta una política monetaria expansiva. Recortó su tipo de interés desde 4,25% a 0,25% y ofreció liquidez a los bancos de un modo inédito. Esa política se viene traduciendo en aumentos de la cantidad de dinero más veloces que el PIB, de lo que se desprenden dos cosas: i) la probabilidad de una deflación es mínima; ii) a mediano y largo plazo (¿2016 en adelante?) el riesgo que se enfrenta es de una inflación mayor a la deseada (superior al objetivo del BCE, que es de una inflación inferior, pero cercana, al 2%).
Publicado por Diego Barceló Larran en Cataluña Económica, el 23/12/2013