Jesús Huerta de Soto es catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y director del Máster de Economía de la Escuela Austríaca en la misma institución. A continuación les dejamos una entrevista con él profesor armada a partir de un artículo suyo pronto a publicarse titulado “En defensa del Euro: un enfoque austriaco (Con una crítica a los errores del BCE y al intervencionismo de Bruselas)” y al que hemos tenido el privilegio de acceder.
Profesor Huerta de Soto usted piensa que el sistema monetario debería ser modificado radicalmente ¿Cuál es su propuesta?
Es imprescindible un profundo rediseño del sistema financiero y monetario mundial que solucione de raíz la fuente de los problemas que nos aquejan y que debe fundamentarse en las tres reformas siguientes: a) el restablecimiento del coeficiente de caja del 100 por cien como principio esencial del derecho de propiedad privada en relación con todo depósito a la vista de dinero y sus equivalentes; b) la abolición de todos los bancos centrales, innecesarios como prestamistas de última instancia si se cumplimenta la reforma anterior y c)la vuelta al patrón oro clásico como único patrón monetario mundial que proporcionaría una base monetaria no manipulable por los poderes públicos.
Este ideal parece bastante difícil de alcanzar en la situación actual ¿Qué puede hacerse mientras tanto?
Los economistas de la Escuela Austríaca de siempre han considerado que, mientras no se logre el sistema monetario ideal, es un grave error de teoría económica y de praxis política defender tipos de cambios flexibles en un entorno de nacionalismo monetario.
Mientras no sean abolidos los bancos centrales y no se reinstaure el patrón oro clásico con un coeficiente de reserva bancaria del 100 por cien, habría que hacer todo lo posible para que el sistema monetario vigente se aproximara al ideal. Esto exige limitar al máximo el nacionalismo monetario, eliminar la posibilidad de que cada país desarrolle una política monetaria autónoma y encorsetar tanto como se puedan las políticas inflacionarias de expansión crediticia.
Es en esta perspectiva, estrictamente coyuntural y “posibilista”, en que con carácter exclusivo debe entenderse el análisis de relativo “apoyo” al euro.
¿Quiere decir que los tipos de cambio fijos son mejores que los flexibles?
Ya decía Hayek que “… los tipos de cambio fijo constituyen un freno prácticamente irremplazable al que tenemos que forzar a los políticos y a las autoridades monetarias para que se mantenga estable el valor de la moneda” y similar defensa hacía Mises cuando se refería al patrón oro: “El patrón oro no colapsó. Los gobiernos lo destruyeron (…) Los gobiernos se salían del patrón oro porque querían que los precios y salarios domésticos subieran por encima del nivel del mercado mundial y porque querían estimular las exportaciones y desincentivar las importaciones. La estabilidad de los tipos de cambio era para ellos una desgracia, no una bendición.”
Solo cuando los tipos de cambio son fijos los gobiernos se ven forzados a decir la verdad a sus ciudadanos. Y, aunque no exista el patrón oro, los tipos fijos encorsetan y disciplinan la arbitrariedad de los políticos. Los economistas de la Escuela Austríaca son partidarios del patrón oro porque frena y limita la arbitrariedad de los políticos y gobernantes. En suma, porque supone un freno a la mentira y a la demagogia.
¿Y cómo se relacionan los tipos de cambio fijo, el patrón oro y la idea de encorsetar las ambiciones políticas con la defensa del euro?
Pues bien, el establecimiento del euro en 1999 y su culminación efectiva a partir de 2002 supuso la desaparición del nacionalismo monetario y de los tipos de cambio flexibles en la mayor parte de la Europa continental. Los diferentes Estados de la Unión Monetaria cedieron y perdieron completamente su autonomía monetaria, es decir, la posibilidad de manipular su moneda local poniéndola al servicio de las necesidades políticas de cada momento. En este sentido, el euro comenzó a actuar y sigue actuando de una forma muy similar a como en su día operaba el patrón oro.
Muchos ven esto como un problema. ¿Por qué su visión es distinta?
Hasta la adopción del euro, cuando llegaba una crisis, los gobiernos y bancos centrales invariablemente actuaban de la misma manera: inyectando toda la liquidez necesaria, dejando flotar a la baja y depreciando su divisa local, posponiendo indefinidamente las dolorosas reformas estructurales de liberalización económica, desregulación, flexibilización de precios y mercados, reducción del gasto público y repliegue y desmantelamiento del poder sindical y el Estado de Bienestar. Con el euro, y a pesar de todos los errores, debilidades y concesiones, este tipo de irresponsables huidas hacia adelante ya no ha sido posible.
¿Y qué se ha hecho entonces?
En España, por ejemplo, en el corto espacio de un año, dos gobiernos sucesivos se han visto literalmente obligados a tomar una serie de medidas que, aunque todavía son muy insuficientes, hasta ahora hubieran sido tachadas de políticamente imposibles. Por ejemplo, se ha introducido en el artículo 135 de la constitución el principio antikeynesiano de la estabilidad y el equilibrio presupuestario, se han interrumpido súbitamente todos los proyectos faraónicos de incremento del gasto público, se han congelado los sueldos de todos los funcionarios públicos y se ha rebajado en más de un 15 por ciento el gasto público total presupuestado entre otras cosas.
Y lo mismo que ha sucedido en España se está verificando en Irlanda, Portugal, Italia e incluso países que, como Grecia, hasta ahora representaban el paradigma de la laxitud social, de la falta de rigor presupuestario y de la demagogia política.
Dice que el euro funciona de una manera similar al patrón oro ¿hay alguna diferencia?
Bueno, en realidad abandonar el euro es mucho más difícil de lo que en su día fue salirse del patrón oro. En efecto, las monedas ligadas al oro mantenían su denominación local (franco, libra, etc.) por lo que fue relativamente fácil, a lo largo de los años treinta del siglo pasado, romper el anclaje con el oro. Esta posibilidad está hoy completamente cerrada para aquellos países que deseen o se vean forzados a abandonar el euro. Al ser esta la única denominación monetaria compartida por todos los países de la Unión Monetaria, su abandono exige la introducción de una nueva moneda local, de capacidad adquisitiva mucho menor y desconocida, con el surgimiento de los inmensos trastornos que ello conllevaría para todos los agentes económicos del mercado: deudores, acreedores, inversores, empresarios y trabajadores. Al menos en este aspecto, y desde el punto de vista de la Escuela Austriaca, es preciso reconocer que el euro supera al patrón oro.
Y respecto de los tipos de cambio fijo ¿cómo son distintos a la moneda común?
La diferencia radica en el proceso de ajuste que se desarrolla cuando surgen diferentes grados de expansión crediticia e intervención entre los distintos países. En el sistema de tipos de cambio fijo, estas diferencias se manifiestan con fuertes tensiones en los tipos que, eventualmente, culminan en devaluaciones explícitas. En el caso de una moneda única, como es el euro, estas tensiones se manifiestan en términos de pérdida generalizada de competitividad, que solo puede recuperarse si se introducen las reformas estructurales necesarias para garantizar la flexibilidad.
Se refiere al euro como manera de evitar cierta autonomía o discreción por parte de los políticos ¿no teme que se lo acuse de proponer un sistema antidemocrático que juegue en contra de la soberanía de cada país?
La realidad es justo la contraria. Hasta ahora la democracia crónicamente sufría corrompida por la acción política irresponsable basada en la manipulación monetaria y la inflación, verdadero impuesto de efectos devastadores que, al margen del parlamento, se imponía de forma gradual, oculta y sinuosa a todos los ciudadanos. Hoy, con el euro, el recurso al impuesto inflacionario se ha bloqueado. Por tanto, la sucesiva caída de los gobiernos de Irlanda, Portugal, Italia, Grecia y España, lejos de manifestar un déficit democrático pone de manifiesto el creciente grado de salud democrática que el euro está induciendo en sus respectivas sociedades.
¿Si no es el euro, cuál es el problema de Europa?
Nadie puede negar que la Unión Europea sufre crónicamente de una serie de importantes problemas económicos y sociales como, por ejemplo, la insostenibilidad del hipertrofiado estado de bienestar o de los omnicomprensivos programas de ayudas y subvenciones como la Política Agraria Común. Y, sobre todo, de la cultura de ingeniería social y agobiante regulación que, so pretexto de armonizar las diferentes legislaciones nacionales, fosiliza e impide que el mercado único europeo sea un verdadero mercado libre.
No obstante lo anterior, el problema más grave es el hecho incuestionable de que una política de expansión crediticia mantenida de forma sostenida por parte del Banco Central Europeo durante una etapa de aparente bonanza económica es capaz de eliminar, al menos temporalmente, el efecto disciplinado del euro sobre los agentes económicos de cada país. Durante varios años, en flagrante incumplimiento del Tratado de Maastricht, el Banco Central Europeo permitió que la M3 creciera a niveles incluso superiores al 9 por ciento al año, muy por encima del objetivo del 4,5 por ciento de crecimiento de la masa monetaria establecida en el tratado.
Usted considera que el comportamiento de las autoridades monetarias en Estados Unidos e Inglaterra, por ejemplo, ha sido mucho peor que el de las europeas ¿Cuál es su argumento?
A partir de la crisis financiera y la recesión económica iniciadas en 2007-2008, tanto la Reserva Federal como el Banco de Inglaterra han emprendido políticas monetarias consistentes en la reducción prácticamente a cero de los tipos de interés; la inyección masiva de medios de pago conocida con la eufemística expresión “quantitative easing” y la masiva y continua monetización directa sin rubor alguno de la deuda pública soberana.
En contraste, en el área euro ni la inyección monetaria puede efectuarse con tanta facilidad ni el descontrol presupuestario puede mantenerse tan impunemente de forma indefinida.
Mientras que la agresión monetaria y el descontrol presupuestario son deliberadamente emprendidos en el mundo anglosajón sin rubor ni reparo alguno, en Europa este tipo de políticas se llevan a cabo, como si dijéramos, “a regañadientes”, después de múltiples, sucesivas e interminables “cumbres”, fruto de largas y duras negociaciones a muchas bandas en las que es preciso lograr el acuerdo de países con intereses muy diferentes. Y las inyecciones monetarias y el apoyo a la deuda de los países en dificultades se dosifican y llevan a cabo a cambio de reformas basadas en la austeridad presupuestaria y en la introducción de políticas consistentes en impulsar la liberalización y competitividad de los mercados.
Profesor usted menciona a menudo la disciplina que viene impuesta desde arriba. Pero el BCE no tiene nada “arriba”. ¿Qué impide que este organismo se comporte con la irresponsabilidad con la que ya se ha comportado durante el boom?
Es muy posible que, en cuanto transcurra algún tiempo y la memoria histórica sobre los recientes acontecimientos monetarios y financieros se haga más tenue, el Banco Central Europeo caiga de nuevo en sus graves errores del pasado. Pero no debemos olvidar que los pecados de la Reserva Federal y del Banco de Inglaterra han sido todavía mucho peores y que, al menos dentro de la Europa Continental, el euro ha acabado con el nacionalismo monetario y para los estados de la Unión Monetaria está actuando, siquiera sea tímidamente, como un proxy del patrón oro, impulsando el rigor presupuestario, las reformas tendentes a mejorar la competitividad y poniendo coto a los abusos del Estado de Bienestar y la demagogia política.
Profesor Huerta de Soto, muchas gracias.
Publicado por Iván Carrino en Libertad y Progreso el 20/4/2012